El ataque en Siria desde el Neorrealismo: ¿Definiéndose la Política Exterior de Trump y la Crisis del Multilateralismo?

Escribe Luis Yépez Cuadros[1]

Uno de los temas internacionales más importantes que afectan a la paz global y la seguridad es el fenómeno del pasado martes 4/4/17 cuando un ataque aéreo ejecutado por el gobierno de Basahr al-Assad en la ciudad de Khan Shaykhun, en la provincia de Idlib al norte (controlado por los rebeldes) de Siria, lanzó gases tóxicos (gas sarín o gas nervioso) donde al menos 87 personas murieron, de acuerdo a datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, y cientos de heridos. El incidente parece que va a ser el más mortífero ataque con armas químicas en Siria desde que el régimen de al-Assad, en agosto de 2013, atacó con gas nervioso en los suburbios de Damasco en el que murieron casi 1.500 personas. Pocos esperaban que los Estados Unidos actuaría respecto a este último ataque químico de Bashar al-Assad ya que en la administración de Barack Obama se puso una línea roja de no intervención directa en el conflicto sirio. Contrario a ello el presidente Donald Trump ordenó bombardear con 59 misiles Tomahawk a la base aérea de Shayrat del ejército sirio direccionados desde buques de guerra de EE.UU en el mediterráneo. Marca una diferencia con Obama, reticente a actuar militarmente en una guerra de seis años. Pero el presidente Trump ha hecho, al parecer, sin un plan estratégico o resultado deseado, poner a prueba su política exterior sobre Siria. Esto quiere decir que aumentará la tensión con Rusia e Irán quienes son los aliados de al-Assad.

Para el presidente de Rusia, Vladimir Putin, principal aliado del régimen sirio, rechaza que Bashar al-Assad esté detrás del ataque químico porque da por bueno el desarme que prometió en 2013 y atribuye la tragedia a los terroristas. Según un comunicado del Ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov resaltó que “atacar a un país cuyo Gobierno está luchando contra el terrorismo solo juega a favor de los extremistas y crea riesgos adicionales a la seguridad regional y global”. Debemos mencionar que desde septiembre de 2015, el Kremlin se ha convertido en un jugador importante en la guerra civil de Siria, teniendo una presencia significativa y de composición abierta-militar en el país en apoyo de Bashar al-Assad y su régimen. Este ataque unilateral desplegado por EE.UU se produjo dos días después de intentar una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que fue bloqueada por Rusia, asimismo, en circunstancias cruciales cuando el mismo Consejo de Seguridad estaba realizando una investigación colectiva sobre los hechos ocurridos por el régimen de Assad al utilizar armas proscritas en la guerra de Siria, las verificaciones de las consecuencias y la medida que adoptaría este órgano de la ONU. La embajadora de EE.UU en el Consejo de Seguridad Nikki Haley declaró que los 59 misiles Tomahawk fueron justificados en defensa del interés nacional y para impedir la proliferación de armas químicas y crímenes de guerra.

Recordemos que solo unos días antes, el 30 de marzo, la propia embajadora Nikki Haley había dicho lo siguiente: “Nuestra prioridad ya no es centrarnos en quitar a Bashar al-Assad del gobierno”. Asimismo, el Secretario de Estado, Rex Tillerson, había expresado en una línea similar que la situación del presidente sirio en el largo plazo “lo decidirán los sirios”. Estados Unidos no lo había colocado entre los primeros objetivos de su política exterior. Pero las cosas han cambiado esta misma semana. Pues la amenaza del régimen sirio al utilizar armas químicas contra los rebeldes determinó un giro en la conducta de EE.UU, ya que ahora la caída de Bashar al-Assad se ha convertido en una prioridad para Washington y eso significó saltarse todo tipo de regla o procedimiento establecido en la Carta de las Naciones Unidas, específicamente el artículo 24[2]. Dos días después del bombardeo ordenado por Trump en represalia por el bombardeo de armas químicas, la embajadora Haley, que ha tomado un papel muy relevante en esta crisis, declaró, en una entrevista a la cadena de televisión CNN, que para EE.UU “no hay ningún tipo de opción para una solución política en Siria si al-Assad continúa al frente del régimen. No creo que vaya a haber un Gobierno pacífico y estable en Siria si él continúa en el poder. También hay que deshacerse de la influencia rusa e iraní".

¿Por qué ocurrió esto? ¿Qué pasó con el sistema de actuación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas si ellos son el único órgano encargado de tomar decisiones cuando un Estado amenaza o vulnera la paz y seguridad internacionales? ¿Es legítima la conducta unilateral de EE.UU según el derecho internacional? ¿El multilateralismo es eficiente en el sistema internacional? El escenario que se nos presenta cada día se vuelve más complejo. La presente redacción tiene la intención de analizar este fenómeno desde la teoría de las relaciones internacionales.

Los debate suscitados en torno a la política exterior de Donald Trump que marca como objetivo la deposición de Bashar al-Assad en Siria, nos lleva nuevamente a reflexionar sobre el paradigma que interpreta a las relaciones internacionales como una lucha por el poder, el realismo. Clásica visión que explica que el sistema internacional es anárquico donde los Estados deben luchar por su supervivencia. Ello los convierte en entidades unificadas y racionales que maximizan su seguridad. Es decir, buscan el poder, para lo cual el uso de la fuerza no debe verse como una anomalía y la moral del Estado está fundamentada en sus intereses nacionales (políticos o militares).

Este tipo de crisis no es nueva en la conducta de EE.UU y su política exterior cuando una crisis o solución de un conflicto es llevado al sistema multilateral de las Naciones Unidas. Pensadores de la teoría realista como Hans Morguenthau y Reimond Nieburhr fueron los primeros que intentaron demostrar las limitaciones de las soluciones multilaterales respecto al problema de los conflictos. Los realistas, partiendo de su concepción pesimista del mundo, explican que las condiciones para conformar una comunidad multilateral no existen, no sería realista esperar que las Naciones Unidas o alguna otra institución pudieran llegar a convertirse en un gobierno mundial. Sobre la base de este análisis afirman que la política exterior estadounidense hacia las Naciones Unidas debería basarse en una evaluación realista de los intereses de EE.UU, más que en la expectativa moralista y falta de realismo, de formar un sistema multilateral. El realismo insistió mucho en afirmar que la política exterior de EE.UU tenía que reflejar la lucha por el poder, y que este país debería usar a las Naciones Unidas como arma en esa lucha[3].

Por otro lado, el neorrealismo, explica que las causas que originan los conflictos entre los Estados no es la naturaleza humana como afirman los realistas, sino, la propia estructura -bipolaridad o multipolaridad- del sistema internacional, es decir, la propia interacción entre los Estados genera el conflicto. De acuerdo al neorrealismo, la cooperación entre los Estados es improbable que suceda, ni el establecimiento de instituciones internacionales porque en sí restringen sus propias acciones, pero estos pueden querer formar coaliciones o alianzas en un intento de equilibrar el poder entre los actores del sistema internacional.

En esta teoría se encuentran los aportes del realismo ofensivo que es importante explicar.
El realismo ofensivo recuerda que la seguridad y la supervivencia de los Estados nunca están totalmente garantizadas en un entorno de anarquía. Teniendo en cuenta la invariabilidad de esta situación, sus partidarios mantendrán que los Estados únicamente optimizarán su seguridad si emprenden políticas orientadas a la maximización de su poder e influencia[4]. Cuanto mayor es la ventaja militar que un Estado tiene sobre los demás mayor será su seguridad[5]. F. Zakaria, un realista ofensivo, afirma que “los hombres de estado -que siempre tienen intereses creados (Donald Trump)- saben cómo hacer para que la expansión parezca una acción obligada por la supervivencia de la nación”, y que “en última instancia la política exterior de un Estado (EE.UU) tiene su fundamento en una lectura de las intenciones del otro bando (Siria, Rusia e Iran), lo cual hace que la noción de amenaza continúe siendo completamente maleable en manos de los estadistas[6].

El realismo ofensivo previene también sobre la incapacidad de las teorías cimentadas en la supervivencia y en la promoción del statu quo -el realismo- para aportar una respuesta satisfactoria al motivo por el cual algunos Estados deciden desafiar el orden existente, optando, por ejemplo, por emprender conquistas aún a riesgos de pagar altos costos por ello. Con arreglo a la visión ofensiva, este tipo de comportamientos sí pueden originarse por la falta de habilidad de los Estados para calcular las verdaderas intenciones de terceros en el futuro[7]. R. L. Schweller afirma que “en un mundo de Estados codiciosos no existe ningún dilema, solo existe inseguridad”[8].

Desde la perspectiva del realismo ofensivo, por tanto, en la medida en que un Estado sea capaz de incrementar su poder relativo, pretenderá, a su vez maximizar la influencia y el control que ejerce sobre el entorno internacional[9]. ¿Esto es lo que busca la política exterior del presidente Trump?

F. Zakaria afirma que “los estadistas -y no los Estados- son los actores principales, y su percepción de los cambios producidos en el poder son esenciales, mucho más que las mediciones objetivas […] los hombres de Estado solo pueden hacer uso de los recursos de la nación en la medida en que la estructura de poder ponga en sus manos esos recursos: por eso, la política exterior es producto del poder del Estado[10].

Por último ¿A qué estarán dispuestos los Estados? Podríamos mencionar tres aspectos. 1) Crear normas internacionales e instituciones, si son consistentes con sus intereses, 2) Si crean instituciones internacionales, probablemente reflejen las preferencias y el poder de los estados más influyentes del sistema internacional y 3) Es poco probable que estas instituciones internacionales (por ejemplo: la ONU) sean capaces de actuar con independencia de los intereses de las principales potencias (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad). Esto último, desde la perspectiva neorrealista, John Wertheimer afirma “la falsa promesa de las instituciones internacionales”. Por tanto, esto explica que las Naciones Unidas, pese a ser el centro del multilateralismo mundial, no ha sido capaz de armonizar intereses colectivos en la toma de decisiones.

Con todos estos insumos teóricos, llevado por la situación actual de la reveladora política exterior de los EE.UU frente al régimen de Basar al-Assad, dejo al lector a que realice su propio análisis ya que no existen verdades únicas. Pero algo parece ser cierto, EE.UU buscará nuevamente maximizar su poder y actuará como garante de la supervivencia del sistema internacional. La mejor solución que está viendo la Administración de Donald Trump es la de aumentar el control sobre su entorno a través de la persistente expansión de sus intereses políticos, creando enemigos y justificando su accionar al margen del derecho internacional, como siempre han sabido hacerlo.



[1] Profesor de Teoría de las Relaciones Internacionales de la Universidad Tecnológica del Perú. El presente texto fue realizado en la semana de los bombardeos de EE.UU como represalia al régimen Bashar al-Assad por la utilización de armas químicas contra la población civil siria.
[2] 1) A fin de asegurar acción rápida y eficaz por parte de las Naciones Unidas, sus Miembros confieren al Consejo de Seguridad la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales, y reconocen que el Consejo de Seguridad actuá a nombre de ellos al desempeñar las funciones que le impone aquella responsabilidad. 2) En el desempeño de estas funciones, el Consejo de Seguridad procederá de acuerdo con los Propósitos y Principios de las Naciones Unidas. Los poderes otorgados al Consejo de Seguridad para el desempeño de dichas funciones quedan definidos en los Capítulos VI, VII, VIII y XII. 3) El Consejo de Seguridad presentará a la Asamblea General para su consideración informes anuales y, cuando fuere necesario, informes especiales.
[3] VÁSQUEZ, John. “El Poder de la Política del Poder”, Ediciones Gernika, 1991, p. 162.
[4] JERVIS, R. “Coopertation under the Security Dilema”, World Politics, vol. 40, n° 1, 1978, p.187.
[5] MEARSHEIMER, J.J. “The False Promise of International Institutions”, International Security. Vol. 19, n° 3, 1994/1995, pp. 11-12.
[6] ZAKARIA, F. “De la Riqueza al Poder”, Gedisa, 2009, p. 57.
[7] KYDD, A. “Shepp in Sheep´s Clothing: Why Security Seekers Do Not Fight Each Other”, Security Studies, vol. 7, n 1, 1997, p. 154.
[8] SCHWELLER, R.L. “Neorealism´s Status Quo Bias: What Security Dilemma”, Security Studies, vol. 7, n 1, 1997, pp. 119-120.
[9] SCHWELLER, R.L. “Neorealism´s Status Quo Bias: What Security Dilemma”, op, cit, p. 104.
[10] ZAKARIA, F. “De la Riqueza al Poder”, op. cit, p. 57.

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