Cusco Rojo, siempre será
Escribe: Manuel Taboada Pérez
Cusco Rojo, gritaban los asistentes a la asamblea
popular llevada a cabo en el paraninfo universitario de la ciudad del Cusco, el
veinte de enero del presente año. ¿Qué
estaba sucediendo? - Una asamblea popular señores, una de las
instancias de democracia popular más elevadas provenientes de las fallas, fugas
y límites de nuestro sistema democrático.
Y es que en el Cusco no se andan con vacilaciones, han tenido suficiente tiempo para reflexionar sobre cuales son, o no, las reales condiciones para la construcción de un aeropuerto internacional en la provincia de Urubamba, distrito de Chincheros motivo por el cual, convocaban a tan magnífico evento. Anteriormente en algún otro texto comentaba en qué consistía una asamblea popular, por ahí se definía a esta como la máxima reunión de los distintos órganos de participación popular en la que confluían dirigentes de sindicatos, frentes de defensa, rondas campesinas, gremios universitarios y ciudadanos en general, tomando decisiones de vital importancia sobre lo que la autoridad debe o no de hacer en su espacio geográfico o político. La definición continúa, pero la esencia es fácilmente captable. Sin embargo, lo que faltaba hacer era vivir una asamblea popular propiamente dicha, ya que no es lo mismo, hablar según textos que tener la dicha de comprobar estas cuestiones mediante la experiencia propia. Comenzaba la tan esperada asamblea, los distintos actores políticos fueron mencionados micrófono en mano y a buen volumen: presidente de la federación de obreros de construcción civil del Cusco, coordinadora del Colectivo Dignidad Cusco, congresista de la república por el Cusco Armando Villanueva Mercado, gobernador regional Edwin Licona Licona, alcaldes provinciales y distritales. Todos con una sola consigna defender los intereses del pueblo cusqueño y hacer llegar al gobierno central la consigna de una descentralización que aún parece lejana. Las discusiones se dieron por alrededor de tres horas y un poco más; asegurando que la mayor cantidad de participantes tomen la oportunidad de representar a su respectivo espacio; siendo siempre los más decididos, fuertes y convencidos de lo que planteaban, los dirigentes gremiales y comunales. Las contradicciones con el presidente de la región Cusco y el Congresista de la bancada de Acción Popular, por un actuar pasivo, no se hicieron esperar y los pobladores cusqueños tomaron sus voces para gritar ¡Aeropuerto sí, centralismo no!, ¡Viva el Cusco clasista! ¡Viva el Cusco rojo! Se acercaban así los representantes y los representados en una amalgama de participación efectiva y sumamente politizada que le permitía a los cusqueños tomar las riendas de su región, siendo ejecutivo, legislativo y fiscalizador (al menos por esta asamblea). Y es que aun siendo que vivimos en un sistema que brega por cortar las lenguas y lisiar políticamente a sus ciudadanos, el Cusco es ejemplo de lucha y de consecuencia, tomando en cuenta todas las limitaciones del caso, y asumiendo que no es suficiente para poder decirle al Perú que su sistema democrático no debe cesar en la visita de las urnas. Una alegre experiencia que a opinión de los cusqueños más comprometidos con su región y país; como Bernardo Dolmos y Luis Antonio Machicao, quienes me acompañaron en esta bonita aventura; aún falta refinar, con ciudadanos comprometidos al cien por ciento en lo que pasa políticamente con sus realidades y con la construcción de un proyecto político que exprese la tan prostituida «voluntad popular», que debe dejar las ánforas y comenzar a tomar las plazas. Desde las zurdas trincheras del comunismo, me despido.
Y es que en el Cusco no se andan con vacilaciones, han tenido suficiente tiempo para reflexionar sobre cuales son, o no, las reales condiciones para la construcción de un aeropuerto internacional en la provincia de Urubamba, distrito de Chincheros motivo por el cual, convocaban a tan magnífico evento. Anteriormente en algún otro texto comentaba en qué consistía una asamblea popular, por ahí se definía a esta como la máxima reunión de los distintos órganos de participación popular en la que confluían dirigentes de sindicatos, frentes de defensa, rondas campesinas, gremios universitarios y ciudadanos en general, tomando decisiones de vital importancia sobre lo que la autoridad debe o no de hacer en su espacio geográfico o político. La definición continúa, pero la esencia es fácilmente captable. Sin embargo, lo que faltaba hacer era vivir una asamblea popular propiamente dicha, ya que no es lo mismo, hablar según textos que tener la dicha de comprobar estas cuestiones mediante la experiencia propia. Comenzaba la tan esperada asamblea, los distintos actores políticos fueron mencionados micrófono en mano y a buen volumen: presidente de la federación de obreros de construcción civil del Cusco, coordinadora del Colectivo Dignidad Cusco, congresista de la república por el Cusco Armando Villanueva Mercado, gobernador regional Edwin Licona Licona, alcaldes provinciales y distritales. Todos con una sola consigna defender los intereses del pueblo cusqueño y hacer llegar al gobierno central la consigna de una descentralización que aún parece lejana. Las discusiones se dieron por alrededor de tres horas y un poco más; asegurando que la mayor cantidad de participantes tomen la oportunidad de representar a su respectivo espacio; siendo siempre los más decididos, fuertes y convencidos de lo que planteaban, los dirigentes gremiales y comunales. Las contradicciones con el presidente de la región Cusco y el Congresista de la bancada de Acción Popular, por un actuar pasivo, no se hicieron esperar y los pobladores cusqueños tomaron sus voces para gritar ¡Aeropuerto sí, centralismo no!, ¡Viva el Cusco clasista! ¡Viva el Cusco rojo! Se acercaban así los representantes y los representados en una amalgama de participación efectiva y sumamente politizada que le permitía a los cusqueños tomar las riendas de su región, siendo ejecutivo, legislativo y fiscalizador (al menos por esta asamblea). Y es que aun siendo que vivimos en un sistema que brega por cortar las lenguas y lisiar políticamente a sus ciudadanos, el Cusco es ejemplo de lucha y de consecuencia, tomando en cuenta todas las limitaciones del caso, y asumiendo que no es suficiente para poder decirle al Perú que su sistema democrático no debe cesar en la visita de las urnas. Una alegre experiencia que a opinión de los cusqueños más comprometidos con su región y país; como Bernardo Dolmos y Luis Antonio Machicao, quienes me acompañaron en esta bonita aventura; aún falta refinar, con ciudadanos comprometidos al cien por ciento en lo que pasa políticamente con sus realidades y con la construcción de un proyecto político que exprese la tan prostituida «voluntad popular», que debe dejar las ánforas y comenzar a tomar las plazas. Desde las zurdas trincheras del comunismo, me despido.
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